Deuteronomio 1: 17-18

Deuteronomio 1: 17-18 = No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí y yo la oiré. Os mandé, pues, en aquel tiempo, todo lo que habíais de hacer.

Podría hablar de todo el contexto y utilizarlo de modo comparativo con la justicia humana que impera en los distintos países que aquí se congregan representados por distintos lectores de esta Web. Sin embargo, creo que es suficiente con la primera frase. La gran pregunta para cualquier poder judicial de esta zona de América, (No puedo hablar de otros continentes porque no me consta): ¿No se hace distinción de persona en un juicio? ¿Es exactamente lo mismo para un juez sentenciar en contra de un pobre que no tiene donde caerse muerto, que en contra de un opulento multimillonario, aunque las pruebas sean contundentes en ambos casos? ¡Gloria a Dios si alguno de mis hermanos pudiera asegurarme que allí, donde habita, sí se está haciendo esto! Creo que todos los demás, (Que seguramente seríamos mayoría), haríamos alguna especie de «tour» de visita para ver la novedad casi inédita en el planeta. ¿Qué hizo el hombre con la justicia divina?

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