VANIDAD DE VANIDADES…TODO ES VANIDAD

(Eclesiastés 12:8)

Vanidad: Algo insustancial, vano, fausto, pompa vana, ilusión o ficción de una fantasía.

Suponemos que el mundo, como lo llamó Juan Buyan en su libro «El Peregrino»: es la feria de las vanidades, lo que el hombre sin Dios tiene, cosas insustanciales, que le importan como si fueran valiosas, no tienen otra cosa.
La belleza física, las modas, las tendencias, la eterna juventud, toda una industria montada en pro de lo estético, dietas, ejercicios, cirugías estéticas, postizos, cosmética, maquillajes, tratamientos y terapias.
Cuando el hombre carece de vida espiritual se enfoca únicamente en lo físico, lo que se ve, el aspecto, como impresiona en el resto de las personas, como se ve, como lo ven, se gastan fortunas para ajustarse al modelo social, se hacen sacrificios impresionantes para lograrlo, desde someterse a dolorosas cirugías, hasta privarse de comer y caer en una anorexia, si la misma preocupación y esmero se dedicara a lo espiritual, al alma, nuestro mundo no sería como es.

La gran ironía de estos tiempos, es que los hombres y mujeres que se dicen cristianos, líderes espirituales, intérpretes de las necesidades del alma, están tan llenos de vanidad que no se les puede creer cuando nos hablan de frutos del Espíritu.
Cuidan su imagen como estrellas de Hollywod, los detalles, el maquillaje, la ropa, el peinado, no tienen límites, en cuanto invertir en esta área.
Cuando se van quedando grandes se obsesionan para mostrarse jóvenes, son como esos «viejos verdes» que se visten con un jogging, zapatillas deportivas, lentes ahumados y salen a correr, para regresar a la casa, derrumbarse adolorido sobre un sofá, y colocarse las pantuflas.
Se preocupan más para quitarse una arruga o teñir sus canas que por cuidar sus arterias o su reuma.
¿Que nos dice esto tratándose de líderes espirituales?
Nunca jamás subirán una foto sin previo foto shop, y acuden a lipo succiones, maquillajes y tinturas para el cabello, se operan las arrugas, se producen antes de aparecer en «escena», observan los pequeños detalles, anillos de sello, cadenas de oro, relojes de marca, carros de alta gama, calzados a medida, trajes de primera confección, vestidos dignos de un desfile de modelos, (hombres y mujeres), eso si, como deben mostrarse jóvenes, la ropa informal y juvenil no puede faltar.
Y por otra parte están los aduladores y obsecuentes que alimentan esa egolatría, diciendo o preguntando: ¿Como hace para mantenerse siempre joven?..Usted nunca envejece…Y encima se despachan con una respuesta como esta: «¡Dios me rejuvenece!»
Es pura vanidad (como dijo el predicador) cuando no asumimos nuestra edad (hasta mienten cuando le preguntan), no creo que una persona inteligente no se de cuenta lo que hay detrás del maquillaje y las tinturas.
No quiero ser mal interpretado, no hago apología del abandono y dejadez, un cristiano debe cuidarse y vestirse con elegancia, pero siempre dejando el brillo para Jesús, ya las luces y las cámaras fomentan la vanidad, si además de esto la cultivan, a mi particularmente me deja un sabor amargo.
Esto me cansa, quiero ver espiritualidad, quiero ver a Cristo en los predicadores, quiero el brillo de los dones y no de un rolex, me tienen harto las «estrellas», los actores frustrados recitando la letra de sus libretos, debemos anhelar la voz del Espíritu Santo a través de hombres consagrados, hombre más preocupados en ataviar su espíritu que sus carnes.

«Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos (Esta palabra vale también para los hombres)
Sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato (adorno) de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios» (1 Pedro 3:3-4)

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